Usos de los signos de puntuación en producciones escritas


¿Por qué es tan importante usar bien los signos de puntuación? La respuesta es muy simple: porque son indispensables para la creación de sentido. 
Normalmente, pensamos que las comas, los puntos, las comillas y los guiones solo sirven para dar información sobre la entonación, las pausas y el ritmo de la lectura en voz alta. Sin embargo, la función de los signos es aún más determinante, ya que a partir de estos delimitamos las proposiciones, las oraciones y los párrafos. Sin los signos de puntuación, los textos se vuelven confusos y muy difíciles de comprender.
Una buena forma de comprender el papel clave de los signos es a través de ejemplos concretos. Les propongo esta lectura, publicada en Ortografía intuitiva (1963), de José Forgione: 
Cuéntase de un señor que, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente escrito, falto de todo signo de puntuación: Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás se pagará la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo Fulano. 
Se dio lectura del documento a las personas aludidas en él, y cada cual se atribuía la preferencia. Mas, a fin de resolver estas dudas, acordaron que cada una presentara el escrito corriente con los signos de puntuación cuya falta motivaba la discordia. 
En efecto, el sobrino Juan lo presentó de esta forma: Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano. 
Luego, el hermano Luis presentó su texto: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No: a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano.
El sastre, a su vez, justificó su reclamación como sigue: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano.
De este modo, el sastre intentó cobrar su cuenta; pero se interpusieron los jesuitas, reclamando toda la herencia, y sosteniendo que la verdadera interpretación del escrito era esta: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se pagará la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo. Fulano.
Esta lectura motivó gran escándalo entre los concurrentes y, para poner orden, acudió la autoridad. Esta consiguió restablecer la calma, y después de examinar el escrito, objeto de la cuestión, exclamó en tono severo: -Señores: aquí se trata de cometer un fraude. El finado no ha testado y, por tanto, la herencia pertenece al Estado, según las leyes en vigor. Así lo prueba esta verdadera interpretación: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano. En su virtud, y no resultando herederos para esta herencia, yo, el Juez, me encargo de ella en nombre del Estado. Queda terminado este asunto. 



Referencias:
 Forgione, J. (1963). Ortografía intuitiva. Buenos Aires: Kapelusz (adaptación).

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